
Cuando se trata de diseñar para la imaginación de un niño, el ámbito arquitectónico presenta dos filosofías distintas. Disneyland y Studio Ghibli, ambos maestros en el arte de contar historias imaginativas, representan esta división central. Sus enfoques, lejos de ser accidentales, reflejan diferentes visiones sobre cómo los niños experimentan y se relacionan con el espacio. Uno ofrece un espectáculo de fantasía construida, mientras que el otro propone un paisaje para la magia potencial. Estos dos modelos plantean a los arquitectos una elección fundamental a la hora de abordar este tipo de proyectos: diseñar espacios que respondan a la necesidad innata de los niños de descubrimiento sensorial y personal, o crear una fantasía que apele a su creciente capacidad de comprender narrativas y espacios más complejos.
Entendiendo la experiencia espacial de un niño

La experiencia espacial de un niño está estrechamente ligada a su etapa de desarrollo, y entenderla, aunque sea de manera general, puede guiar la planificación de espacios y actividades que mejoren su conciencia espacial. Estudios de psicología del desarrollo sugieren que todo comienza con un compromiso sensoriomotor a través del tacto y la manipulación. Hasta aproximadamente los 7 años, los niños aún están aprendiendo a interpretar su entorno, utilizando estímulos táctiles y visuales para comprender los objetos que los rodean; sin embargo, el mundo se percibe principalmente de manera háptica. A los 8-9 años, su percepción del espacio evoluciona hacia una interacción más dinámica y exploratoria. En esta etapa, comienzan poco a poco a ser más conscientes de la profundidad y la distancia, incluyendo el tamaño de su propio cuerpo. A medida que crecen, también desarrollan la capacidad de reconocer otros puntos de vista, lo que les permite percibir aspectos como la perspectiva lineal.
El modelo Ghibli: autonomía y descubrimiento

La filosofía arquitectónica de Studio Ghibli se basa en el descubrimiento y la autonomía, creando espacios que respetan los instintos exploratorios naturales de un niño. Este enfoque se refleja tanto en el Museo Ghibli de Mitaka como en el más amplio Parque Ghibli en Aichi. El diseño surge de la visión del director Hayao Miyazaki, quien concibió el museo no como un espacio de grandes gestos, sino como un lugar que fuera “interesante y que relaje el alma, donde haya mucho por descubrir”. Esta filosofía de la “magia potencial” es central en el diseño de Ghibli: el asombro no se presenta, sino que se encuentra.
La arquitectura del museo fomenta activamente este descubrimiento. El edificio está concebido para ser explorado sin un mapa, con esquinas redondeadas y un laberinto de salas interconectadas, puentes y caminos variados. Escaleras en espiral, rincones ocultos y cambios de nivel crean una escala misteriosa y cercana, que impulsa a los niños a recorrer el espacio con autonomía. Este diseño parece respetar la necesidad del desarrollo infantil de relacionarse física y mentalmente con su entorno. La riqueza táctil del edificio —maderas envejecidas, piedra texturizada, ladrillo a la vista— fomenta la interacción directa y responde a la etapa sensoriomotora del desarrollo.


Esta filosofía de descubrimiento y armonía ambiental se extiende al Parque Ghibli, integrado de manera fluida en un paisaje natural preexistente. En lugar de ser un parque temático tradicional con atracciones mecánicas, la arquitectura funciona como una extensión del entorno mismo. En áreas como el “Valle de las Brujas”, los edificios se organizan en un trazado de aldea que permite a los visitantes deambular y descubrir detalles a su propio ritmo, como si exploraran un paisaje natural. El diseño del parque reafirma que el enfoque de Ghibli consiste en crear mundos sutiles, a escala humana, que invitan a la exploración personal.
El modelo Disneyland: espectáculo y narrativa estructurada

En contraste, la filosofía arquitectónica de los parques Disney busca ofrecer una experiencia de asombro compartido, donde la arquitectura guía y orquesta activamente al visitante a través de una narrativa fantástica. Como señala John Hench en su libro Designing Disney, el objetivo es construir un mundo completo, no solo un telón de fondo. La arquitectura se convierte en un personaje central, dirigiendo la atención y la respuesta emocional del visitante desde el momento en que entra. El diseño se apoya en principios de planificación urbana y herramientas arquitectónicas específicas para lograrlo. El ejemplo más destacado es Main Street, U.S.A. (o World Bazaar en Tokio), la primera “tierra temática” que ven los visitantes en todos los parques Disney. Este espacio sumerge de inmediato a los invitados en una experiencia completamente artificial mediante estrategias urbanas, como el eje visual que dirige la mirada hacia el gran punto focal del parque: el Castillo.


Las herramientas principales de este tipo de diseño son la perspectiva forzada y los cambios deliberados de escala. El Castillo de la Bella Durmiente original en Anaheim, California, diseñado por Roland E. Hill, mide 23 metros, pero mediante este recurso parece mucho más alto. De manera similar, en las fachadas de Main Street la escala de los pisos superiores se reduce progresivamente para generar la ilusión de altura. Esta ilusión óptica, bastante común en los parques, se utiliza para que los objetos parezcan más grandes o pequeños, contribuyendo a la sensación de una gran fantasía. Para mantener este efecto, los parques emplean otras técnicas visuales sutiles pero intencionales. Por ejemplo, se utiliza un tono llamado go away green para pintar cajas de servicios, papeleras y otros elementos distractores, logrando que se desvanezcan visualmente y que la atención se dirija hacia los hitos principales.
Implicaciones más amplias del vínculo con la fantasía

En definitiva, tanto Disneyland como Studio Ghibli utilizan con éxito diferentes facetas de la relación de los niños con la fantasía. Los parques Disney, a través de la planificación urbana y las ilusiones arquitectónicas, ofrecen una experiencia colectiva y sobrecogedora que consolida una narrativa predefinida. En cambio, el modelo Ghibli, con su énfasis en el descubrimiento, los materiales táctiles y la complejidad navegable, respeta la capacidad del niño de encontrar la magia en sus propios términos. Estos dos modelos contrastantes ofrecen mucho más que una simple elección de diseño. Plantean una pregunta fundamental sobre la arquitectura destinada a la infancia: ¿es el objetivo crear una realidad perfectamente curada o proporcionar un entorno sólido y receptivo que empodere al niño para construir la suya propia?

Este artículo es parte de los temas de ArchDaily: Diseñando espacios infantiles, presentado por KOMPAN.
En KOMPAN, creemos que crear espacios para la infancia es una responsabilidad compartida con un impacto duradero. Al patrocinar este tema, defendemos un diseño centrado en los niños, basado en la investigación, el juego y la participación, para crear entornos inclusivos e inspiradores que fomenten la actividad física, el bienestar y la imaginación, y que ayuden a cada niño a desarrollarse plenamente en un mundo en constante cambio.
Cada mes exploramos un tema en profundidad a través de artículos, entrevistas, noticias y obras de arquitectura. Te invitamos a conocer más sobre nuestros temas. Y como siempre, en ArchDaily valoramos las contribuciones de nuestras lectoras y lectores: si quieres postular un artículo o una obra, contáctanos.











